Gracias a Dios, cada vez vamos mejorando más y más. Los chavales regresaron agotados y felices, se lo pasaron como enanos, rezaron como nunca y les pareció que habían rezado menos que nunca. ¡Y eso que la adoración eucarística terminó durando una hora y media!
Los monitores dieron un ejemplo fantástico de entrega, unidad y amor a Dios.
Los cocineros, como siempre, se desbordaron y los chavales comieron de maravilla… Esta vez nos ayudó en la cocina Jorge, que tiene un catering fantástico: