Hoy a las 17:00 el Papa tendrá un acto penitencial en Roma y terminará con la citada consagración a las 18:30, hora española. Lo podremos seguir por Trece TV.
En las Misas de hoy estamos haciendo la misma consagración que realizará el Papa esta tarde.
Os dejamos la carta del Papa y el texto de la consagración.
CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS OBISPOS PARA EL ACTO DE CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN
INMACULADO DE MARÍA
Querido Hermano:
Ha pasado casi un mes desde el inicio de la guerra en Ucrania, que está causando
sufrimientos cada día más terribles en esa martirizada población, amenazando incluso la paz
mundial. La Iglesia, en esta hora oscura, está fuertemente llamada a interceder ante el
Príncipe de la paz y a estar cerca de cuantos sufren en carne propia las consecuencias del
conflicto. En este sentido, agradezco a todos aquellos que están respondiendo con gran
generosidad a mis llamamientos a la oración, al ayuno y a la caridad.
Ahora, acogiendo también numerosas peticiones del Pueblo de Dios, deseo encomendar de
modo especial a la Virgen las naciones en conflicto. Como dije ayer al finalizar la oración del
Ángelus, el 25 de marzo, Solemnidad de la Anunciación, deseo realizar un solemne Acto de
consagración de la humanidad, particularmente de Rusia y de Ucrania, al Corazón
inmaculado de María. Puesto que es bueno disponerse a invocar la paz renovados por el
perdón de Dios, el Acto se hará en el contexto de una Celebración de la Penitencia, que
tendrá lugar en la Basílica de San Pedro a las 17:00, hora de Roma. El Acto de consagración
está previsto en torno a las 18:30.
Quiere ser un gesto de la Iglesia universal, que en este momento dramático lleva a Dios,
por mediación de la Madre suya y nuestra, el grito de dolor de cuantos sufren e imploran el
fin de la violencia, y confía el futuro de la humanidad a la Reina de la paz. Por esta razón,
lo invito a unirse a dicho Acto, convocando, el día viernes 25 de marzo, a los sacerdotes,
religiosos y demás fieles a la oración comunitaria en los lugares sagrados, para que el Pueblo
santo de Dios eleve la súplica a su Madre de manera unánime y apremiante. A este respecto,
le transmito el texto de la oración de consagración, para poder recitarla durante ese día, en
fraterna unión.
Le agradezco la acogida y la colaboración. Lo bendigo de corazón a Usted y a los fieles
confiados a su cuidado pastoral. Que Jesús los proteja y la Virgen Santa los cuide. Recen
por mí.
Fraternalmente,
FRANCISCO
San Juan de Letrán, 21 de marzo de 2022
ACTO DE CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA
Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos
a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te
oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente,
tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la
paz.
Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del
siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos
desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de Naciones y estamos
traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes. Nos hemos
enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado
endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo. Hemos preferido ignorar a Dios,
convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas,
olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común. Hemos
destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de
nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferentes a todos
y a todo, menos a nosotros mismos. Y con vergüenza decimos: perdónanos, Señor.
En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el misterio de la iniquidad
del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas que Dios no nos abandona, sino que
continúa mirándonos con amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él
quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la
Iglesia y para la humanidad. Por su bondad divina estás con nosotros, e incluso en las
vicisitudes más adversas de la historia nos conduces con ternura.
Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos
que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión. En esta hora oscura, ven a
socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que
soy tu Madre?”. Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de
nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo
en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio.
Así lo hiciste en Caná de Galilea, cuando apresuraste la hora de la intervención de Jesús e
introdujiste su primer signo en el mundo. Cuando la fiesta se había convertido en tristeza le
dijiste: «No tienen vino» (Jn 2,3). Repíteselo otra vez a Dios, oh Madre, porque hoy hemos
terminado el vino de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha aguado la fraternidad.
Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos hemos vuelto capaces de todo
tipo de violencia y destrucción. Necesitamos urgentemente tu ayuda materna.
Acoge, oh Madre, nuestra súplica.
Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra.
Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de reconciliación.
Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo.
Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar.
Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear.
Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar.
Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la fraternidad.
Reina de la paz, obtén para el mundo la paz.
Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que
has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y
mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz. Que tus
manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu
abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu
Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo
de la humanidad herida y descartada.
Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al discípulo junto a
ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti. Después dijo al
discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí tienes a tu madre» (v. 27). Madre, queremos
acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada
y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a
Cristo a través de ti. El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren
a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la
guerra, el hambre, las injusticias y la miseria.
Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos
a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera
especial Rusia y Ucrania. Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz
que cese la guerra, provee al mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas
de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará.
A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las
aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo.
Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la
paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu
Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios. Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa
la sequedad de nuestros corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de
nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por
sendas de paz. Amén.